El año pasado fue la cifra de 1,8 millones la admitida como correcta. Este año ha sido la de 1,4 millones. Cuatrocientas mil personas son muchas personas y la diferencia ha de ser motivo de alegría y de satisfacción porque significa que cada vez hay más gente que opta por la sensatez y la cordura de dejar que el territorio permanezca en el estatus actual y se eche mano del diálogo y la entente sosegada.
Sin embargo, sería interesante averiguar de esos 1,4 millones, cuántos no tienen aún derecho de sufragio, o cuántos fueron a pasar la tarde porque no tenían nada mejor que hacer y sentirse integrados en un grupo les apacigua el espíritu y hace que se sientan útiles, o cuántos asistieron porque envueltos entre la muchedumbre disipan su personalidad y no adquieren responsabilidad alguna ni compromiso cierto.
En realidad, los únicos que deberían contar como fieles convencidos serían sólo el más o menos medio millón que según las asociaciones convocantes tuvieron la humorada de inscribirse previamente para así no tener excusa, pereza o pretexto para no acudir. Si uno se inscribe, sería luego de mala educación no presentarse, aunque se desconoce si pasaron lista. Tal vez los inscritos imaginan que su nombre podrá disfrutar del honor de figurar en el monumento que algún día se levantará en memoria de la fundación de la república catalana. El nombre del señor Mas quedará excluido porque al final no dio el ejemplo prometido y se quedó en casa, ¿o tal vez se quedó en su despacho oficial con la tele conectada? Con la no presencia de Mas, muchos se dieron cuenta que los separatistas incumplen o engañan.
Un medio ha escrito que la manifestación ha impresionado en Madrid. Manifestación propiamente dicha no fue porque los partícipes estaban parados en un punto y no se movieron de ese punto, o sea, fue una concentración inmóvil, salvo los situados en el centro que debidamente adiestrados se juntaron al paso del puntero. Es maravilloso ver que los independentistas son así de disciplinados. Por cierto, hay muchos ciudadanos que ignoran la simbología del puntero. ¿Equivale a la vara que usan los pastores para conducir al rebaño?
Lo de que Madrid se ha impresionado, es una afirmación gratuita y poco contrastada. Considerando que se estaba ante la cuarta concentración de iguales características que tres anteriores, es improcedente que se diga que los madrileños se impresionaron por una nueva versión. Los madrileños son gente trabajada y esas cosas no les producen ni frio ni calor y menos si son repetidas. Lo que sienten los madrileños es felicidad y tranquilidad de que ellos no se vean metidos en fregados identitarios tan fuera de lugar en pleno siglo XXI.
M. Riera