Unos pocos puede que se lo hayan creído. Mal comienzo el suyo para inspirar confianza a la población, sobre todo a ese 53% que dijo no a la segregación. Cuando su partido le comunicó que la iba a proponer para presidenta del Parlament, a la señora Carme parece le sobrevino un conato de emoción, pero, mantuvo la serenidad y dijo con la firmeza de los que están acostumbrados a ser oídos: “intentaré que sea el Parlament de todos”.
El “intentaré” ha fallado con estrépito. La primera medida para conseguir el Parlament de todos, ha sido dejar fuera de la Mesa la representación de 348.444 ciudadanos. Una muestra más de la poca facilidad que poseen los separatistas para coordinar lo que dicen con lo que hacen.
Después invitó a la CUP que se integrara en la Mesa porque, dijo, sin ella no se puede iniciar la hoja de ruta de Junts pel Sí, pero la CUP ha rechazado voluntariamente que 336.375 ciudadanos estén representados en la Mesa porque su vocación no es mandar sino que lo suyo es espolear la conciencia de los que mandan y vivir con tranquilidad. Se supone que los 336 mil y pico sabían cuando votaron, que la CUP no es un partido para gobernar.
A continuación, antes de empezar, la señora Carme corroboró el plazo de duración de la legislatura: 18 meses. Es excepcional que pudiéndose asegurar un empleo por cuatro años, se quede con año y medio.
A los restantes 61 elegidos de la lista Junts pel Sí, les ha supuesto un gran alivio que la número dos haya aceptado la presidencia del Parlament porque la responsabilidad personal y política que comporta ese cargo es inmensa. De hecho no será el president de la Generalitat quien proclame la independencia de Catalunya en el remoto supuesto de que llegue a proclamarse, sino que lo hará la presidenta del Parlament cuando utilice más o menos la fórmula “queda aprobada la ley por la que se constituye la república independiente de…” Esa frase representará para la señora Carme un reto de alto voltaje y hará que aparezca en los telediarios de todo el mundo tanto mientras la diga como a posteriori.
Sin embargo, a la señora Carme se le ofrece una opción mucho más relevante y coherente que la de proclamar la secesión. Se le ofrece la honrosa oportunidad de no perder más tiempo en tonterías y suspender la hoja de ruta (o proceso) hasta que no se resuelvan a plena satisfacción de los ciudadanos, principalmente los que acudieron a la Meridiana o al paseo Lluis Companys, los casos de corrupción en los que aparecen las siglas CDC. Los ciudadanos últimamente recuerdan el refrán que afirma “cuando el río suena, agua lleva o piedras trae”.
M. Riera