Este artículo no lo tenía que escribir un periodista baqueteado por la política. Si una cosa se aprende en este oficio es no hacer vaticinios políticos. Hay que explicar la corrida cuando al toro le cortan, si ha salido bien, las dos orejas y el rabo. No tengo edad para saltar a la plaza y arriesgarme como un espontáneo en busca de acabar con los puntazos del hambre o el delirio de la gloria. No necesito que el próximo domingo me cornee Isleño en la asamblea Batasuna de la Cup, que dicen que tiene que decidir si darán o no los dos votos que Mas necesita para ser investido President. Me temo que se los darán…
Hace muchos años aprendí la enseñanza que no existe nada más volátil que una afirmación política antes de ocurrir. Lo que hoy es verdad puede ser mentira al día siguiente, porque ni siquiera los protas tienen todos los datos encima de la mesa.
Que la CUP diría que no Artur Mas en los dos primeros intentos, se sabía; aunque Baños jugara al escondite primero el 15-O diciendo, en las puertas del TSJC a todos los fans de Mas, que la historia del debate tendría un final feliz, y el martes del primer nones soltando que el jueves se volverían a ver las caras, y eso dio pie al desnudo integral protagonizado por el President que no pudo serlo con esas tres ofertas que nos permitieron gritar a los que no estamos ciegos lo de El cuento de rey está desnudo del danés Andersen.
Estaba seguro que iba a pasar lo que pasó por dos razones: una cuestión psicológica y otra pragmática. La primera es la mentalidad de la CUP. Tienen la edad de la adolescencia. En esos años primerizos el mundo está dividido entre buenos y malos malísimos. Blanco o negro azabache. No hay puntos intermedios. O todo o nada. La adolescencia además de una edad es esa actitud de romper con el padre, aunque sea putativo.
La razón pragmática, también: pueden hacer este órdago porque no tienen cargos que perder. Apenas hacía un mes que los diez electos habían empezado a cobrar un momio. No tienen ataduras, hipotecas ni compromisos…
Los políticos del establishment llegan a acuerdos porque al margen de la política también tienen intereses personales que defender. Con las cosas de comer no se juega, dice un viejo adagio. Estos no tienen ninguno y, además, como funcionan por el sistema asambleario su poder emana de la asamblea, son delegados. Una asamblea es menos democrática de lo que parece. Sólo hay que haberlas vivido para saberlo. Todas son manipulables, pero necesita un tiempo de maduración. Zamora no se conquistó en una hora.
Quisiera equivocarme. No me importaría, pero me temo que el próximo domingo 29 los Antisistema le darán la cartera con muchos deberes apuntados en la carpeta, pero la ansiada carpeta al fin, porque tampoco les apetece ir a unas nuevas elecciones en marzo. Ahora tienen la sartén por el mango. Artur Mas es su prisionero de Zenda y no creo que por muy adolescentes que sean vayan a liberarlo, porque lo que pueda suceder en la primavera es tan oculto como la nigromancia.
Repito, es mi percepción de lo que pueda suceder. Como no puedo hacer una trepanación para entender el cerebelo de estos batasunos, cualquier cosa es posible, pero me temo que no… ¡Cuanto me gustaría errar!
Y si me equivoco que no sea por culpa de una metedura de pata del gobierno de Mariano Rajoy que, les confieso, está siendo mucho más prudente con que la opinión publicada (y que acepta la opinión pública), le castiga en los dos carrillos.
Roberto Giménez