Desde que Maragall/ menciono el tres por ciento,/ que el “canguelo” hizo mella/ y nació el desconcierto/ en las filas convergentes,/ con la explosión de aquel trueno.
Tanto a Pujol como a Mas
el pavor les invadió,
cuando Pascual Maragall
en la diana acertó:
que, el President cabreado,
válgame Dios, la que armó.
Aquello fue el principio
de la corrupción en pleno;
señalando al “clan Pujol”
artistas del mangoneo
y, de rebote, salieron,
cómplices y testaferros.
Así perdió Convergencia
su buen nombre y su crédito.
Ahora Artur Mas, sin corbata,
asistirá a su sepelio
y parirá un Partido,
que lleva luto en sus huesos.
Francisco Barbachano