Cuando no es el señor Rull, es el señor Turull el que se embarca en cuestiones relacionadas con la Catalunya independiente suplantando las funciones de los respectivos consellers del ramo. Éstos, prudentes, callan porque quieren preservar su prestigio intelectual.
El señor Turull es una auténtica lumbrera en esa especialidad de reciente implantación que es la creación de estados sin ley que la ampare. Podría abrir una consultoría internacional para asesorar a regiones inquietas con vocación rupturista.
Menos mal que habla en condicional. Dice “una Catalunya independiente mejoraría las pensiones”. No dice “mejorará las pensiones” porque ni él se cree lo de la Catalunya independiente ni lo de de la mejora de las pensiones. Además, aunque suene muy bonito, sería temerario aumentar el gasto público en pensiones sin ton ni son. Un buen administrador nunca lo haría, primero preferiría crear un fondo o reserva para amortiguar tiempos de carestía.
Eso de las pensiones es un tema muy delicado y los pensionistas lo saben. Mejor no menearlo ni, por supuesto, cambiar de gestor y dejar que las cosas sigan igual que como hasta ahora que el día 25 de cada mes las tienen abonadas en su cuenta sin que haya fallado ni un solo mes. La zanahoria de una mejora no cuela en absoluto. Quizá colaría si el señor Turull entregara antes del 27-S a cada pensionista un aval bancario de la máxima solvencia financiera y territorial que garantizara a título vitalicio la percepción de la pensión. El actual pagador no necesita aval porque lleva años demostrando que las satisface puntualmente.
El señor Turull echa mano de lo castizo y afirma que lo de las pensiones son “fabes contades”: tantos cotizantes, tanto se puede pagar, pero eso lo mezcla con que si no hubiera expolio fiscal las pensiones se pagarían de carrerilla. O sea, ¿en la Catalunya independiente quién pagaría las pensiones: los trabajadores en activo o los impuestos?
Además, el señor Turull ha negado con mucha alegría que la independencia vaya a producir fuga de empresas, al contrario, ha vaticinado que el nuevo estado captaría un mogollón de nuevas empresas, aunque, el hombre está tan entusiasmado con sus delirios que olvida por completo que no existe ninguna empresa con ganas de supervivencia que esté por la labor de jugarse la pertenencia a la UE.
M. Riera