Las matemáticas son una ciencia exacta, al menos así nos lo enseñaron en la escuela. Que nadie se escandalicé del título. No falto el respeto a ninguna persona. Para hacer este artículo he cogido una calculadora y he hecho sumas, divisiones y porcentajes.
Partía de un recuerdo, pero no quería engañarme ni engañarles. El recuerdo era que en las elecciones autonómicas la participación ciudadana era sensiblemente inferior a las generales, pero no recordaba la diferencia exacta.
He buscado el histórico de las nueve elecciones catalanas celebradas desde 1980 hasta la fecha, y las once generales españolas desde las primeras del 15-J de 1977. Y con la calculadora he podido comprobar un diferencial de ¡14%! a favor de las Elecciones Generales.
La participación media en las elecciones al Parlament ha sido del 60%, mientras que de las once al Congreso de los Diputados un 74%.
En Catalunya, la máxima participación registrada fue en 2012 con el 68% de los electores, que igualó la mínima de 1979 en las segundas generales que dieron por última vez la victoria a Adolfo Suárez con esa misma participación del 68%.
Ese tremendo diferencial del 14%, sobre el último censo catalán de 5.230.886 personas, significa que casi 750 mil personas pasan de los catalanas porque, erróneamente, piensan que es cosa de catalanes, lo cual no deja de ser una idiotez.
No se trata de extranjeros con derecho a votar porque en 1980, cuando las primeras a la Generalitat, Jordi Pujol salió con una participación del 61%, y dos años después Felipe González sacó un ¡80%! Una machada de participación nunca igualada…
Los griegos calificaron como idiotas a los atenienses que se despreocupaban de los asuntos públicos, los griegos clásicos eran más inteligentes que los actuales y decían bien al calificar como idiotas a quienes se desatendían de los que les afectaban. No era un insulto sino un calificativo neutro.
Entiéndase bien lo que estoy diciendo. Yo mismo estuve veinte años sin ir a votar por una cuestión profesional: era abstencionista activo.
Al día siguiente, cuando analizaba la jornada electoral, decía la abstención había ganado las elecciones… Y defendía, como una voz que clama en el desierto, que los escaños de la abstención quedaran sin ocupar durante toda la legislatura como fotografía de los ciudadanos que pudiendo votar no fueron.
Este planteamiento era incorrecto porque equiparaba el voto en blanco, que sí es de protesta, a la abstención que en general es de pasotismo. Es el voto idiota, con perdón, que inventaron los atenienses.
Yo como periodista no quería dejarme influenciar por mis querencias ideológicas a la hora de analizar. Aspiraba a la utopía de ser neutral. Con los años te das cuenta que esa pretensión era tan idiota como la de quienes votaban en unas elecciones (las generales) y pasaban de las otras (las autonómicas), como si las más cercanas fueran tan lejanas como las europeas. Un absurdo.
Para que Artur Mas gane las próximas elecciones del 27S lo único que necesita es que los idiotas (esos casi 750.000 electores que votan en las Generales pero que pasan de las autonómicas), continúen representando el papel en esta tragicomedia que inventaron los griegos.
El latín depuró el significado prístino de la palabra idiota, al traducirla con una acepción tan actual como exacta: ‘ignorante’.
Roberto Giménez