El inglés John Stuart Mill escribió en el sigo XIX la novela Sobre la Libertad, uno de los más hermosos alegatos que se ha escrito en defensa de la libertad. El alegato de un liberal inglés de su época no coincide del todo con la nuestra. La libertad es un bien supremo, pero que tiene que casar con la justicia. Son las dos caras de un escudo de oro, si no van juntas la moneda está depreciada, es de vellón.
El escritor Fernando Sánchez Dragó en el programa de entrevistas de la 2 Negro sobre Blanco cuando entrevistaba a un filósofo, recuerdo una a Julián Marías y otra a Fernando Savater, les preguntaba que le dieran una explicación de por qué de los seis pensadores más importantes que había dado la Historia, tres eran atenienses y vivieron como si hubieran sido padre, hijo y nieto: Sócrates, Platón y Aristóteles. Ninguno de los dos respondió.
Medité esa pregunta y creo tener la respuesta: Si Sánchez Dragó me la hubiera preguntado le respondería que el motivo era que en esa época Atenas respiraba libertad. Tuvo que llegar los aires de la Ilustración, más de dos mil años después, para que los vientos de la razón airearan las mentes de la civilización instalados en la severidad de los dogmas.
Libertad, tu nombre me sabe a santa conquista del hombre, por eso me da grima que un concepto tan elevado se devalúe en Catalunya en la boca de los separatistas que la reclaman, como si vivieran en una prisión colectiva.
La psiquiatría ha llamado a este fenómeno como ‘visión eidética’, que es una habilidad especial que proyectar en el mundo exterior, imágenes que sólo están en la mente de las personas que la tienen. Es una facultad en algunos niños. No es que sea un fenómeno paranormal, porque es vivido como real, pero que sólo en la mente de las personas que así lo viven.
Esta visión enjaulada que hoy tienen los separatistas sólo son capaces de verla ellos. Por supuesto, no la ven los catalanes que no somos separatistas, ni uno sólo del resto de españoles, ni los millones de turistas que cada año visitan Catalunya y disfrutan de nuestra libertad que, en algunos aspectos, no existe en sus países.
En el mundo nadie percibe que esté prisionero un pueblo en Democracia, que tenga unas instituciones de autogobierno que para si quisieran los escoceses o los ciudadanos de Quebec.
En los años 70 la cantante argentina Nacha Guevara compuso la canción titulada Libertad que aún hoy me pone la piel de gallina, porque hablaba de la Argentina de Videla y de los 30.000 desaparecidos. Del Chile de Pinochet y de Víctor Jara y su Te recuerdo Amanda… De los malnacidos que vulneran la dignidad y los derechos inalienables de las personas.
Después de oír la canción desgarrada de Nacha, me sale por TV3 un tal Artur Mas exclamando que está luchando por reconquistar nuestra Libertad, y no lo puedo evitar, me entra una nausea tan profunda como la de Sartre…
Roberto Giménez