Los separatistas están enfadados porque sus conciudadanos no se han comportado tal como ellos esperaban y han diluido el voto en opciones antagónicas a la suya o un 22,5% ha rechazado acudir a la urna, sin embargo, como los separatistas son demócratas de toda la vida, han aceptado el veredicto final, aunque el señor Oriol desvirtuó los datos momentos antes del cierre del escrutinio y sigue insistiendo en que han ganado las elecciones plebiscitarias con el respaldo de los escaños conseguidos. Finalizada la campaña, continúan montándoselo todo a la medida de sus pretensiones.
La decepción está jugando una mala pasada al señor Oriol y con ello confirma que cuando los separatistas hablan, sólo dicen lo que ellos desearían que ocurriera y no lo que está ocurriendo o va a ocurrir. Lo que ha ocurrido es que el porcentaje obtenido de votos independentistas no ha alcanzado el mínimo imprescindible para que la hoja de ruta elaborada con tanta fe y seguridad en la victoria tenga posibilidades de ser viable o sea aceptada por la comunidad internacional.
La realidad es que un 65% del censo, no ha dicho sí a la secesión pudiéndolo hacer, unos por convicción y otros por omisión. Ante esa realidad, muchos ciudadanos piensan que lo que tendría que hacer el independentismo es respetar la voluntad de las urnas y aparcar el proyecto hasta finales del siglo XXII.
El 27-S ha puesto fin a la tortura de una campaña electoral que empezó el 9 de noviembre del año pasado. Los separatistas han dispuesto de once meses para tratar de convencer al personal de que su opción era la válida para el país. Lo único que han conseguido con ello es que la mayoría de ciudadanos haya aprendido a distinguir verdades documentadas de astucias y de tejemanejes impropios e imaginarios.
Es un bálsamo para la democracia que un partido anticapitalista (antisistema) se presente así de lúcido y manifieste que el plebiscito montado por Junts pel Sí ha fracasado. Es una convicción que tranquiliza a la ciudadanía, todo lo contrario de lo que consigue el señor Oriol. Lo que le faltaría a la CUP para que su coherencia sobre el tema fuera completa, sería reconocer que no tan solo la DUI no es posible, sino que tampoco lo es el proceso: la falta de apoyos tanto afecta a éste como a la DUI.
En lo que también acierta la CUP, es en considerar al señor Mas políticamente obsoleto, amortizado.
M. Riera