Si esta semana hubiera aterrizado un extraterrestre en el Parlament, no entendería nada pese a que seres con una inteligencia superior le hubieran programado para entender el catalán. Procesaría los datos que cada señoría soltaba para la galería (no hablan para sus señorías sino para quienes los escuchan fuera de la Cámara), y quedaría bloqueado. Todos emplean las mismas palabras: libertad, democracia, voluntad popular para argumentar lo contrario.
Ese extraterrestre pensaría que sus ingenieros debían haber dejado alguna conexión fuera de su sitio. Y no es así.
La política no sólo es interesada, sino que ahora mismo la catalana, además, es irracional. La irracionalidad no sólo es una patología, sino que está incluso en ciencias tan exactas como las matemáticas, que también tienen sus números irracionales. Son aquellos con decimales infinitos. El más conocido es el número Pi. Que sea el más conocido no quiere decir que sea el único.
Pues si hasta una ciencia exacta, como se auto define las matemáticas, existen números irracionales ¿como no van a existir en el terreno de la política en el que la materia prima que utiliza son los intereses, sean los generales o los particulares? Cuanto más generales, mejor; cuanto más particulares, peor…
Os lo voy a demostrar con este ejemplo de actualidad: Los separatistas dicen que están legitimados para romper España porque tienen mayoría de escaños. Los no separatistas que si los tienen no es porque esa sea la voluntad popular manifestada el 27S, sino por culpa de una Ley Electoral que prima unos territorios sobre otros, concretamente el nuestro: la provincia de Barcelona. Pero estas dos razones, no son dos verdades: unos hacen trampa, juegan con las cartas marcadas. Voy a demostrar quien.
Creo que unos y otros estaremos de acuerdo en que todos los votos tienen el mismo peso cuantitativo.
Como bien se sabe la Ley Electoral catalana, que es competencia exclusiva de la Generalitat, prima las provincias que tienen menos habitantes, así premia a Tarragona, Girona y Lleida con 18, 17 y 15 escaños respectivamente, y castiga a Barcelona con sólo 84. Digo que castiga porque Barcelona, en proporción a su número de habitantes, tendría que tener 104, mientras que Tarragona, Girona y Lleida, 12, 11 y 8 representantes. Lo digo yo, que soy de Lérida. No tengo intereses territoriales… En concreto en Barcelona se necesita dos veces y medio más de votos que en Lleida para obtener un acta.
Que eso sea así no es culpa de quienes nos gobiernan hoy, sino de los partidos de la Cámara porque l’Estatut establece que para cambiar la Ley Electoral, igual que para modificar el propio Estatut o la Constitución, se necesita dos terceras partes del Parlament. Y como nunca ha ocurrido que dos terceras partes se pusieran de acuerdo para acercar la foto de la cámara al retrato exacto de la sociedad, no se ha cambiado.
Pero imaginemos que la historia fuera distinta y nuestros parlamentarios hubieran querido jugar limpio y defendido esta obviedad: que la Cámara encarnara realmente la voluntad real de Cataluña. Si hubiera sido así, en el Parlament actual la lista de JxS, tendría 53 escaños en lugar de 62, la Cup contaría con uno más: once. Pero la suma de todos los independentistas del Parlament daría como resultado 64, a cuatro de la mayoría absoluta. Ni siquiera podrían sumar a Unió porque los 102.870 votos que consiguieron el 27S les hubiera dado tres escaños… Porque el precio por escaño, gracias a la participación del 77,44%. ha estado caro: 30.487 votos.
Todos tienen sus razones, pero la verdad no la tienen todos.
Si el extraterrestre leyera este escrito sabría quien le ha mentido, quienes nos están mintiendo. Desgraciadamente, hay muchos catalanes que lo ignoran…
Roberto Giménez