Si fuera separatista y además paranoico, dos atributos que van de la mano pero que tampoco son exclusiva de los primeros, creería a pie juntillas que los candidatos de Artur Mas y Oriol Junqueras a las Generales del 20D (y la decisión de los Baños y las ‘Grabielas’ de no presentarse), había sido la opción quintacolumnista de agentes del CNI infiltrados en los órganos decisorios de CDC y ERC.
De Quico Homs hablaré otro día, éste se lo dedico a Gabriel Rufián, Biel para los amigos. No jugaré con el apellido porque esas cosas, como el pecado original, te vienen dadas, y no sé si, como dice con orgullo de izquierdista de pata negra, sus padres se conocieron en un mitin de Bandera Roja. Me suena a cuento chino, por aquello de que eran maoístas. Pero si lo cuenta, sea verdad o cuento, demuestra el cuelgue que lleva metido en la sesera. ¡China como ejemplo!
Sí, tendrían que ser infiltrados del CNI porque estoy convencido que los votantes masistas, ya no digo convergentes (q.e.p.d), y de Junqueras estarán desnortados a la hora de ir a votar, y sospecho que muchos dejarán de ir mitad por mitad: porque han metabolizado lo de la desconexión con España, o por no gustarles el perfil de sus candidatos.
Marcel Proust, el escritor francés que escribió la novela más larga de la Historia, ríanse de El Quijote, En busca del tiempo perdido, habló de ese bizcocho que untado con té le retrotraía a un momento de su pasado.
El primer día que supe de la existencia de este personaje en la Vía Catalana del último 11S de la Meridiana, y que al hablar en castellano consiguió el aplauso del auditorio, no sólo me sorprendió; me vino a la cabeza el bizcocho de Proust, de En busca del tiempo perdido. El neurótico novelista francés me hizo retrotraer a 1980.
En ese momento que me quedó marcado en el recuerdo (Proust decía, y estoy de acuerdo, que nuestra única realidad es lo que recordamos. Lo olvidado está perdido), cuando en el primer Parlament de Cataluña los catorce diputados de ERC abandonaron la sala porque el cordobés Paco Hidalgo, portavoz de los dos cargos electos del Partido Socialista Andalucista de Cataluña, habló desde el atril en castellano. Esquerra tenía trece parlamentarios, el catorce era Heribert Barrera, presidente de ERC y del Parlament.
Aquellos diputados de Esquerra abandonaron el pleno en protesta por la ofensa que se le hacía a Cataluña por hablar en castellano en esa sala en la que está encarnada la voluntad de la Nació.
No recuerdo si el President Heribert Barrera hizo como sus trece conmilitones o se mantuvo en el sitial. Lo he olvidado, pero no lo que hicieron sus compañeros. Fue portada de La Vanguardia del conde.
Sí, han pasado treinta y cinco años (me podrán rebatir quienes defiendan esa ofensa, esta vez real, a los millones de catalanes que en 1980 tenían el castellano como lengua materna), pero este escribiente con oficio no ha perdido la memoria que, como decía Proust, es en realidad lo que queda en nuestra vida, y que ahora me sirve para señalar la impostura de ERC.
Roberto Giménez