P—¿Es viable la Independencia de Cataluña?
R—No sólo no es viable sino que no es deseable para el futuro de Cataluña.
P—¿Por qué?
R—Porque aunque nadie lo diga; no es cierto que todos los Estados de la UE estén en pie de igualdad. Quienes tienen más poder son los de más peso. Los pequeños cuentan poco. Una Cataluña independiente sería como Serbia, que tiene una población similar. España con 47 millones de habitantes es la cuarta economía de la UE. Los intereses de Cataluña están mejor protegidos en un Estado grande que en uno pequeño. Por eso no nos interesa.
Estas fueron las respuestas a un periodista barcelonés de la eurodiputada vallesana María Badia, la nueva directora de Asuntos Exteriores del Govern de Carles Puigdemont.
Nadie me lo ha tenido que explicar porque estaba en esa conferencia en Bruselas en junio de 2006. La respuesta es la que tengo anotada en mi cuaderno de bitácoras de un viaje organizado para los directores por la Associació Catalana de Premsa Comarcal (ACPC).
La UE presidida por el portugués Durao Barroso aún estaba en estado de shock, porque hacia justo un año que Francia había votado No en el referéndum para la aprobación de la Constitución europea que tenían que sancionar todos los Estados miembros de la Unión. El No de la segunda economía dejaba en bypass al proyecto europeo.
El diagnóstico de la Comisión presidida por Barroso era que el No francés era más hijo del desconocimiento que una critica a la UE, y el tratamiento: que los europeos conocieran mejor el funcionamiento.
Nuestro papel como directores de la prensa comarcal era entrar en los vasos capilares del cuerpo social europeo, cada cual en su territorio, con la seguridad de que si la opinión pública conociera con detalle la importancia que la UE tenía para sus vidas no se volvería a repetir el No galo. Éramos la punta de lanza de esa estrategia.
En el 2006 la economía general iba a barlovento.
A mi derecha estaba el director de El 3 de Vuit, Ricard Rafecas, el semanario indepe de Vilafranca del Penedés, que en voz baja y para si exclamó un decepcionante y resignado ¡No hay nada que hacer!, ante las rotundas palabras de María Badia, la experta en asuntos europeos y número dos del PSOE en Bruselas. Hoy la número uno de la embajada de Puigdemont que pretende hacer posible lo que hace diez años decía que no era viable ni conveniente.
Juega a favor de la vallesana de Sant Quirze que en política diez años es una eternidad. Las caras de los eurodiputados han cambiado, si no se le tendría de caer la cara de vergüenza por defender lo contrario dos lustros después. Si bien es cierto que los profesionales de la política la tienen muy dura, por lo visto también María; aunque tenga esa sonrisa dulce de no haber roto nunca un plato.
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La Badia cambió oficialmente de opinión en octubre de 2012, tras la primera Diada de la ANC. No era una niña: acababa de cumplir la edad de la jubilación cuando echó por la borda sus más de cuarenta años de militancia socialista (ingresó en Convergència Socialista de Cataluña en 1975).
Ese fuera a borda me recuerda a la comedia teatral escrita por Manuel Bretón a principios del XIX: ‘a la vejez, viruelas’ con tanto éxito que ha pasado a la expresión del refranero más castizo.
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Hace diez años, en ‘Revista del Vallès’ escribía una sección mordaz que no les gustaba nada a los protagonistas de cada semana, pero que nunca nadie me replicó pese a que esa sección tuvo cuarenta y dos entregas y pasaron una veintena ediles, entre ellos cuatro alcaldes, de todos los colores que habían gobernado en los veinte años anteriores en el Ayuntamiento de Granollers, capital del Vallés Oriental.
La sección se titulaba ‘Por la boca muere el pez’, en donde echaba mano de la Hemeroteca para rescatar de la sin memoria lo que en un pasado había defendido un político y lo que ahora defendía.
No creo que haya ningún mal nacido que se haya alegrado de mi retirada antes de hora, pero algunos se han quedado más tranquilos. Ahora bien, la actualidad informativa de los viernes, sin el Vallés, es más aburrida. Eso, en confianza, más de uno me lo ha dicho…
Este escrito no es más que otro de la serie de ‘Por la boca muere el pez’, algo más largo pero con ese mismo estilo. Eso sí, actual.
Roberto Giménez