“Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil? “

Así empieza la extraordinaria novela de Hermann Hesse: “Demian” que tanto nos cautivó en la juventud; y no es para menos, pues de manos de tal extraordinaria pluma, verdadero baluarte ético contra el nacismo que le tocó vivir, nos describe la ruptura del cascarón del joven burgués Sinclair, con la ayuda y de la mano de su amigo y ángel de la guarda Max Demian, – con él cual, sin saberlo, comparte el estigma de Caín-, persona que sutilmente, le va desvelando el secreto de la vida y el destino que le ha tocado vivir, desgraciadamente para la guerra, y que empezó como siempre ocurre, con alegrías y proclamas nacionalistas, y derivó como también desgraciada e inexorablemente acontece, en sangre.
El cascarón, era el mundo, el ave que luchaba por salir, tanto a nivel individual como “colectivo”, era la nueva generación que se estaba fraguando, “el rebaño manipulable” que él autor afirmaba como antítesis al individualismo maduro y consciente que después desarrollaría en “El lobo estepario”, líder, con personalidad propia y ajeno a la necesidades, necedades y carencias de la manada.
¿Qué se está fraguando actualmente a nivel colectivo?. Exactamente lo mismo que el periodo de entreguerras, puesto que el hombre, dicen que es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y es notorio, qué tanto la ultraizquierda como la ultraderecha, como si imanes fueran, pese a repelerse, se atraen fatídicamente para probar su fuerza, si no locura. ¿La excusa?: los nuevos nacionalismos nacientes enarbolando por enésima vez la bandera de “un pueblo, territorio, raza”. No ociosamente, tal peligro, junto al talibanismo, son los principales retos que han determinado las agencias de inteligencia mundiales de cara al S.XXI.

¿ Qué factor nuevo, desconocido, está auspiciando en gran medida esta nueva involución histórica? : el “egoísmo ilustrado” de unas concretas élites locales, aprovechando como buenos caciques el temor del pueblo a perder su propia personalidad y derechos existentes a causa de la imperante globalización de signo neoliberal, resultado a su vez de un capitalismo salvaje, ahora sin rubor ni bozal– más desde la caída del muro de Berlín-, sistema que enervando sus infantiles principios de la “propia inteligencia del mercado” y de su supuesta autorregulación que predica, el mundo será más rico, más justo; cuando en realidad, dada la concentración de capitales, sus efectos devastadores, serán infinitamente superiores a otras épocas anteriores – más con la deshumanización resultante de la unión de la informática y la robótica , que incluso, prescindirá de la vital mano de obra, auténtica piedra maestra angular de nuestros mismos pilares sociales.
Dos simples notorios datos para escépticos: 1) En breve, la robótica, podrá prescindir de casi mil millones de trabajadores. 2) Más del 80% de la riqueza mundial, está en manos exclusivamente del 1% de la población; con el agravante añadido, que ahora dominan el mercado financiero y especulativo, tendiendo a su vez, para incrementar sus beneficios, a “evitar al máximo el pago de impuestos” que era lo que precisamente legitimaba as capitalismo, equilibrando así el propio sistema , ya de por si propicio, a darles las máximas facilidades en todos los múltiples ordenamientos jurídicos internacionales existentes ( paraísos fiscales, Sicav…), y cuyo poderío decisorio como lobbys, es cada vez mayor, llegando a controlar los mismos gobiernos, quienes haciendo de meros gestores, legislan acorde a sus particulares intereses.
A dicho neoliberalismo, se le suma, la notoria colaboración durante décadas de la misma izquierda , que si bien, en principio justo es reconocer que ha generado riqueza,- caso por ejemplo de España, que nunca había conocido un desarrollo integral similar-, también en contrapartida, equivalió a renunciar a sus principios clásicos y a la defensa de los estrictos intereses de clase obrera que tradicionalmente le eran inherentes; más en esta segunda fase histórica actual, donde la privatización de los medios de producción, paradójicamente, como indicábamos, podría dejar huérfana la misma mano de obra.
Los estados, no tienen prevista una solución jurídica inmediata en éste nuevo contexto que les desborda frente a estas nuevas exigencias sociales y económicas.
Es obvio, que la raíz del problema en Occidente, deviene desde el inicio de la época contemporánea y de la R.F., donde se empezó a “domar el reparto de los derechos sociales y políticos, no así de los económicos”, derechos estos últimos que monopolizó la burguesía al tomar el relevo a la nobleza, transformando su base rural en industrial y financiero, nuevo contexto mucho más complejo, al que intentó racionalizar y poner coto Carlos Marx; y que tras la mala gestión comunista, se decidió enterrarlo un tanto precipitadamente, puesto que la izquierda en su conjunto, a modo de galgos detrás de la “liebre eléctrica” en el canódromo, ((que representaba el capitalismo y la plusvalía) – dicho en términos plásticos-, una vez desconectada esta, han perdido el objetivo y rumbo de esa clásica clase social que representaban, por lo que cada galgo, salió en dirección diferente, y una de esas direcciones más nefastas fue el “nacionalismo” como último aparente refugio de defensa ante esa globalización al no existir una mínima regulación legal equilibradora.
Esa impotencia en la perdida de decisiones en el sistema productivo,- ahora de ámbito global-, intentó socialmente compensarlo la izquierda a través de potencializar otros intereses, a base de ampliar los derechos y libertades fundamentales imperantes en la constituciones, a través especialmente del derecho de libertad de expresión, forzando así al Estado a crear y hacer efectivos nuevos derechos subjetivos ( matrimonio del mismo sexo, derechos ambientales, habitacionales, educativos, mejora de las pensiones, leyes de igualdad, renta mínima vital o pensiones no contributivas….), o incluso abanderando colectivos nuevos, como la explosión reciente de la clásica inmigración, aspecto éste al que se opone frontalmente la extrema derecha; aspectos todos ellos, que provocan lógicas fricciones sociales, y un coste económico muy superior al habitual, que no pueden asumir los estados, que ven precisamente con impotencia, como paralelamente esas empresas internacionales, además de destruir empleo foráneo, evaden o dificultan esa vital contribución económica que reclama y precisa la sociedad en su conjunto; corporaciones que a través de sus consolidados y poderosos organismos internacionales (FMI., ….) se permiten además, dar como única receta, la reducción de los derechos clásicos ya consolidados (pensiones, prestaciones sociales….).
Es obvio, que los estados, no tienen prevista una solución jurídica inmediata en éste nuevo contexto que les desborda frente a estas nuevas exigencias sociales y económicas de la población, puesto que las reformas, dependen en gran parte de los ingresos, con unos impuestos actuales, que rozan ya unos niveles de presión fiscal intolerables; agravado más si cabe, en que sus centros de decisión nacionales, son difusos, pues se han diversificado con las habituales descentralizaciones administrativas, pasando muchas materias, a ser competenciales regionales, según prevén las constituciones con el fin de aproximar las instituciones a los propios administrados- caso de la española por ejemplo, que por ser de la última generación, – consecuentemente innovadora respecto a otras más vetustas- está entre las más pioneras a nivel mundial, incluso por encima de la media respecto de algunos estados confederados-; nuevo contexto, que unido a las cíclicas crisis económicas, e incluso a las nuevas actuales ficticias de mero sello financiero y especulativo, dan como resultado el actual grave conflicto social de intereses ya no sólo individuales, sino también territoriales, al gestionarlo una “élite local tendente y propensa a los nacionalismos”, cuyos intereses de clase, pueden ser diametralmente ajenos a los propios del país y ciudadanos en conjunto; quienes, aprovechando y abusando que son a su vez poder constituido, tensionando el ordenamiento jurídico, pretenden independizarse del poder central, regiones que por lo general, son más ricas respecto a las otras de un peso económico es menor, pero que paradójicamente han colaborado en la riqueza de las primeras, o incluso, es resultado de una mera estrategia histórica del estado central, concentrando en esa región capital e industria.

El conflicto de intereses de éste polvorín político, social y económico, está servido, y la mecha preparada, sólo falta el pirómano populista visceral de turno para desfacer este entuerto de injusticia económica neoliberal, y así crear uno peor, de la mano de ese “lobo con piel de cordero que dirá ser libertador”, que precisará de un rebaño suficientemente numeroso y crédulo para repetir la ya conocida cruda Historia, quien incluso osará sin ser mayoría, mantener que representa al conjunto social, oprimiendo incluso a la mayoría disidente en base a utilizar las instituciones de todos para sus fines propios. Ese nuevo dirigente supuestamente democrático, en realidad “tirano”, abusando al mismo tiempo que se ampara en la Ley que le legitima, intentará alterar ingenua y osadamente el mismo “statu quo” internacional, a costa, naturalmente de “sangre, sudor y lágrimas” de ese pueblo que dice representar y defender, cuando en realidad los manipula, creando y vendiéndoles mágicos crece pelos y mero humo, ocultando en realidad en su trastienda corrupciones, incompetencia, e inconfesables “intereses exclusivos de clase”, camuflándolos y defendiéndose en último extremo tras una bandera y unos meros sentimientos viscerales con raíces románticas que beben de la misma E.M. y de los libros de caballerías, en aras a anular la misma razón, la lógica y el derecho humano, por lo que lejos de una evolución, pretenden una involución peligrosamente anacrónica.
Ocultando en realidad en su trastienda corrupciones, incompetencia, e inconfesables “intereses exclusivos de clase”, camuflándolos y defendiéndose en último extremo tras una bandera y unos meros sentimientos viscerales con raíces románticas.
Las dos grandes falacias de esos nuevos tiranos: 1) Omitir los límites y limitaciones del derecho de libertad de expresión. 2) Pretender anteponer la democracia directa (tipo sóviets) a la indirecta o representativa existente en todas las constituciones (excepto peculiaridades como la de algunos cantones suizos de alta montaña).
Ese es el verdadero “pájaro”, que como en “Demian”, quiere salir rompiendo el cascarón ahora afortunadamente pétreo del mundo democrático. Si aun así lo consigue, se tiene prevista “la jaula” para tal peculiar rara avis del dios Abraxas (del bien y del mal) que invocaba el otro conocido de Sinclair. Un dato final para navegantes a la deriva: “En Núremberg, los dirigentes nazis, alegaban y pretendían justificarse en haber actuado conforme a derecho imperativo interno, pero en el presente contexto, no existe excusa, pues incluso el voluntario o inconsciente interesado desconocimiento, no excusará de su cumplimiento”. Ergo, “atado y bien atado”, pero lejos de ser de manos de una pretendida dictadura, es en base al “imperio de la Ley”, en el seno de una verdadera, plena y efectiva democracia internacionalmente homologada, cuyo soberano es además el pueblo en su conjunto (que no permite ni la más mínima fracción, ni personal ni territorial) y al que estamos voluntariamente subyugados para ser verdaderamente libres como diría Séneca. La Constitución, sólo es prisión para los ignorantes, y sediciosos, pues lejos de ser pétrea, es perfectamente modificable por el pacto social en que está implícita y comprometida, siempre que naturalmente, se realice por sus propios cauces legales previstos, pues su fin es precisamente servir al ”pueblo”, nuca al “tirano”. En definitiva, aún con astucia, les será difícil hacer la extraña quimérica tortilla, sin romper el huevo.