El señor Rull usurpó el otro día las funciones del conseller d’economia i coneixement y estableció cómo podría financiarse la Catalunya independiente. A los separatistas les pasa igual que a los aficionados al futbol: cada uno cree poseer capacidades de entrenador.
Para entrar en materia, ante todo retó al Estado español, algo también muy propio de los separatistas. Vino a decir que lo mejor que le podría pasar a Catalunya es que España tomara represalias y cerrara el grifo de sus aportaciones porque ello significaría que España habría reconocido de facto la independencia catalana.
Si esto sucediera, que no sucederá porque España no va a dejar desamparados a los ciudadanos de ninguno de sus territorios autónomos entregándolos al albur de exacerbados rupturistas sin programa ni previsión, los primeros perjudicados serían aquellas personas que perciben del Estado prestaciones contributivas o no contributivas: jubilación, viudedad, baja laboral por enfermedad, desempleo, incapacidad, etcétera y después se extendería a todo el entramado social: farmacias, escuelas, ambulatorios, hospitales, etcétera.
Dijo el señor Rull que la independencia es económicamente viable. Para él esa viabilidad estaría asegurada por créditos concedidos por la banca y por la emisión de deuda pública.
¿Ha hecho el señor Rull alguna prospección de mercado sobre qué bancos estarían dispuestos a conceder crédito a un ente de nueva creación surgido sin consenso, no reconocido internacionalmente, dividido en su interior y del que no existe precedente ni programa contrastado de su evolución? Se teme que no ha hecho prospección alguna y, en cambio, apunta como solución acudir a la banca cuando a ésta cada vez menos le gustan las incógnitas.
Para que el elector confíe en las declaraciones de los políticos, sería honesto que el señor Rull informara nominalmente en qué bancos piensa.
Es una lástima que no hayan valorado antes la emisión de deuda pública perpetua (patriótica), habría sido una buena alternativa a las elecciones plebiscitarias. Sólo tenían que conseguir que la mayoría cualificada del censo electoral la suscribiera. Ahora nunca se sabrá si a priori los catalanes estarían dispuestos a apoyar con sus ahorros de toda la vida el confuso proyecto segregacionista. Han desaprovechado una opción, aunque, todavía están a tiempo de recoger en la Meridiana boletines de adhesión para la financiación a posteriori. Así el señor Rull podría verificar la seriedad de sus propuestas.
M. Riera