No tengo opinión sobre la programación de TV3, porque no la veo. De la televisión del Procés sólo me interesa el tiempo que hará mañana. Acostumbran a acertar. Eso, y el Polònia de los jueves.
Con estas excepciones, no puedo hablar porque hago mía la frase de Antonio Machado que A distinguir me paro las voces de los ecos; pero sólo en parte, porque la estrofa continua en y escucho solamente, entre las voces, una. Y no sé de que voz habla el poeta, porque no era creyente… Yo escucho más voces que una. A quien sabe lo que dice, y habla sinceramente.
El escritor Ramón Gómez de la Serna decía que escribía con tinta roja porque todo lo que ponía en un papel era como una transfusión de sangre, salida del corazón.
Escribo así de claro: No me gusta TV3. No soy nada gallego, ese tipo de hombres que no se sabe si van o vienen.
Cuando la veía, la encontraba técnicamente muy profesional. Nunca me he quejado del déficit que tiene (en el 2013, veintisiete millones de euros y en 2014, once millones), porque acepto que el papel de sus canales de televisión tienen un objetivo que va más allá de la información y entretenimiento: la misión es preservar una lengua que en el mercado audiovisual está en minoría.
Nada que objetar. Catalunya tiene que tener una televisión propia, pero no así.
Lo que me fastidia, y por eso dejé de verla, es que funciona con el impuesto de todos los catalanes, pero sólo va dirigida a los independentistas. En este plan ideológico, tendría que ser como la BBC, una televisión publica con una tasa que pagaran sus abonados. Que la paguen sus devotos.
Desde que se fundó, en 1983, siempre ha sido la voz de su amo, pero como hasta hace tres años el nacionalismo jugaba a la puta i la ramoneta (parece mil años que Artur Mas gobernaba con la muleta de Alicia Sánchez Camacho, pero eso ocurrió en el bienio previo, 2010/12, a la abducción de Mas por la ANC). Veía sus TeleNoticies por aquello de la cercanía. Empero, el valor de la proximidad ya no me compensa, porque la frontera que quieren levantar, me separa.
La vida es una suma de causas y alguna casualidad. Ya que he empezando con Antonio Machado continuo con él, como metáfora de esas causas, y una casualidad, que llevaron a unos hermanos, que se querían, a vivir vidas opuestas, pese a ver mamado la misma leche e ir de la mano hasta ese fatídico verano del 36. Me refiero a Manuel Machado, sevillano también, un año mayor y su maestro en el arte de las letras.
Manuel es un desconocido, pero fue un enorme poeta, además de autor teatral, de quien el escritor argentino Jorge Luis Borges dijo que no entendía el por qué uno era un poeta celebrado y el otro un olvidado. Borges decía que los dos le llegaban al alma (que eso es el secreto del arte). No era por culpa de la literatura, sino de la política. De la guerra.
El 18 de julio cogió a Antonio en Madrid, y a Manuel en Burgos. Había ido como cada año a un convento para visitar a su cuñada Carmen. Todos los 15 de julio iban a felicitarla, y luego proseguían el viaje de vacaciones a San Sebastian cuando el alzamiento pilló al matrimonio en zona nacional. Manuel fue detenido, pero sus amigos José María Pemán y Eugeni d’Ors, que también estaban en Burgos, le avalaron…
En la hemeroteca hay escritos de Manuel de entonces censurados, pero en sentido contrario. Si los lees crees que don Manuel era franquista. Falso. Pasó por la censura que en su caso no suprimió, sino añadió lo que el autor no había escrito. No se quejó, porque la vida no tenía ningún valor…
¿Que tiene que ver con TV3 esta historia de los Machados?
Como es una metáfora, todo. Nada si no lo fuera, pero esta hipérbole nos permite jugar a la comparación: conozco a hermanos, buenas personas, que uno ya no ve TV3 y el otro la tiene como su televisión de referencia. Y no es un solo caso. Creo que eso mismo les ocurre a miles de hermanos.
Los afectos abren la tele y su logotipo es el que aparece. Si no les gusta la programación cambian de canal, pero el primer filtro es el de TV3. No detectan la manipulación porque la gota malaya de su mensaje obsesivo lo han interiorizado.
Es la fuerza que tiene un canal que ha abducido a buena parte de sus telespectadores. Es un mérito indiscutible.
Eran buenos profesionales…
Firmado: un desafecto al Régimen.
Roberto Giménez