Fue un trece de mal recuerdo/ cuando en París estalló/ una locura maligna/ que en francés clamó terror;/ conmoviendo a todo el mundo/ con tanta muerte y horror.
Muerte indiscriminada.
Matar, por matar ¡Señor!
Matar afirmando que és:
matar en nombre de Dios.
¡No hay ningún Dios que pregone
ensañamiento y dolor!
Hora es ya de poner fin
a tanto desasosiego.
El terrorismo no puede
campar libre por sus fueros;
masacrando a placer,
a jóvenes, niños y viejos.
Se que es muy fácil decirlo
ya que solución no tengo;
pero, dejar que mis ripios
se sumerjan en un sueño
y que, ojalá, la cordura,
satisfagan sus anhelos.
Francisco Barbachano