Catalunya está ocupada. Es cierto. Pero no es una ocupación, como algunos quieren hacer ver, similar a la de la Francia de Vichy porque el MHP Sr. Artur Mas esté haciendo las veces del Mariscal Pétain. Ni mucho menos. Aquel llamado Estado Francés no se parece en nada al actual estado de permanente indefinición que sufre Catalunya.
Bueno, quizás si recupero el título es más fácilmente explicable: Catalunya está O-CUP-Ada. Es innegable. Estamos únicamente pendientes de dos elementos, que pudieran parecer contrapuestos hace unas semanas, pero que a fecha de hoy empiezan a resultar complementarios: las ‘Candidaturas de Unidad Popular (CUP)’ y la alargada sombra de la alcaldesa de Barcelona, la Excma. Sra. Ada Colau y las ramificaciones del ‘Podemos’ de Pablo Iglesias.
Aunque tras el comunicado oficial de ayer, para la mayoría de votantes independentistas del 27S, la palabra ‘ocupada’ podría ser entendida como ‘o CUP o nada’, el fenómeno es seguramente mucho más poliédrico, y la realidad política catalana se está transformando, tras la constatación de los comicios del pasado 20D, en una ecuación con variables que condicionan enormemente el resultado de unas futuribles elecciones. Ni el problema lo tiene ‘Junts pel Sí’ ni el causante son las CUP: el problema lo tiene ‘Convergència Democràtica de Catalunya (CDC)’, el causante será ‘Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)’ y el gran beneficiado sera el bloque de izquierda populista que suceda a la resultante de ‘Catalunya Sí que Es Pot’ y ‘En Comú Podem’. Y me explico.
Se las prometían muy felices en la calle Córcega, maquinando un escenario de ‘Independencia o Muerte’ y provocando una tormenta perfecta para favorecer que, desde la épica y la pasión, los ciudadanos de clase media que hace cuatro días estaban preocupados por temas lógicamente mundanos —los que reflejan el CIS y el CEO— se acabasen embarcando a Ítaca con billete sólo de ida en primera clase en un barco que aun estaba en astillero. Y si para esa gesta histórica había que moldear, promocionar y subvencionar una supuesta sociedad civil —y digo supuesta por lo de civil, no por lo de sociedad, ya que pocas organizaciones más politizadas ha dado el pasado reciente que la ‘Assemblea Nacional de Catalunya (ANC)’—, adelante. Y si para esa travesía había que dejar en puerto a su histórico y leal socio ‘Unió Democràtica de Catalunya’ —tanto en gobiernos como en travesías por el desierto—, adelante. Y si para eso había que entregarse a manos de los históricos independentistas catalanes de ERC, aun y con recientes experiencias de alta traición —me cuesta encontrar otro término para referirme a los Tripartitos, lo siento—, adelante. Avante toda, pero en dique seco.
Lo que nadie supo leer, muy seguramente, es que las revoluciones han sido históricamente de las izquierdas, y que los réditos, inevitablemente, serían en cualquier caso para las izquierdas. Tan atípico como un burgués anticapitalista es un burgués independentista. Pero Catalunya — o mejor dicho, Barcelona— se ha colapsado conceptualmente gracias a la aparición de una nueva burguesía independentista, que sería el trasvase del histórico voto de la derecha catalana de CDC, prácticamente en bloque, al proyecto de huida hacia adelante de ‘Junts pel Sí’. Lo que en realidad ha pasado es que el votante de CDC ha acabado sucumbiendo a un programa prácticamente socialdemócrata pilotado por ERC, que a su vez ha acabado sometido a las rigideces de una formación socialista como las CUP —digo socialista por usar su autodefinición, aunque quizás lo de marxista-leninista sería más entendedor—. En resumen, la derecha catalana o ha desaparecido o ha quedado huérfana de un proyecto político que la represente. Y hasta que la derecha catalana no se reencuentre consigo misma, Catalunya está abocada a una nueva Era de las izquierdas. Tripartitos, Cuatripartitos o vaya usted a saber. Con todo lo bueno y lo malo que tienen. Por tanto, prepárese, que vienen curvas.
Y, a todo esto, como si estuviésemos medio somnolientos en nuestro sofá una tarde vacacional entreviendo un documental de La2 sobre la Sabana Africana, aparece en pantalla la Excma. Sra. Ada Colau —y que conste que no lo digo por la pésima gestión de los manteros senegaleses que está protagonizando desde su llegada a la Alcaldía de Barcelona—. Y Dejaré aquí la reflexión porque la exposición de la típica escena de caza con presa imprudente, depredador decidido y carroñero hábil puede llegar a resultar ofensiva, y no es mi intención. Pero tenga usted claro que quién mejor parado saldrá de todo este lamentable sainete no será Artur Mas, ni Oriol Junqueras, ni siquiera el portavoz ocasional de las CUP… será la Excma. Sra. Ada Colau que, con un poco más de paciencia y de ayuda del resto de felifórmidos mesetarios, si no comete errores, podría acabar convirtiéndose en la MHP Sra. Ada Colau. Al tiempo.
Aitor Agea