“¿Quieres que la ANC exija a las instituciones catalanas que convoquen al pueblo de Catalunya a un referéndum para decidir sobre la independencia”?
La ANC sufre una severa y preocupante patología de engreimiento que podría afectar a la salud pública. Debería hacérselo mirar por algún reconocido médico especialista para no provocar una pandemia.
Sus propios socios se están percatando del problema. Al parecer éstos son algo más de 30.000 (sólo con que paguen 1 euro al mes, la recaudación no es moco de pavo), pero, únicamente votaron en la consulta interna 9.304, menos de la tercera parte (quizá sólo votaron los que estaban al corriente de pago) y de esa tercera parte votaron sí un 74,5%. La ANC tendría que saber que para que un parlamento pueda tramitar una iniciativa legislativa popular, se requieren como mínimo 500.000 firmas. Con 9.304 se hace el ridículo.
En definitiva, el referéndum fue un fracaso sin paliativos. Incluso los separatistas de base se están dando cuenta que son vilmente manipulados por los separatistas que los dirigen. Si un 69% de separatistas oficialmente reconocidos y registrados no se dejan embaucar por sus directivos, está claro que el Movimiento separatista ha entrado en una fase de decaimiento que augura desaparición a pesar del entusiasmo que presentan las encuestas.
Las ideas del señor Sánchez y su supuesta cohorte de consejeros, constituyen una denigrante burla para Catalunya y para el catalanismo. La ANC está convencida que tiene fuerza y representatividad para exigir a las instituciones todo lo que se le ocurra cuando ni tan siquiera se ha enterado que las instituciones están constituidas por voluntad de la soberanía popular manifestada en las urnas y que ella no es más que una conglomerado privado que no aporta ningún servicio ni beneficio a la sociedad, más bien todo lo contrario con sus llamamientos a la sedición y con su obsesión en inmiscuirse en las funciones de las instituciones como si éstas fueran entes desconcertados a las que hay que guiar con una barretina, un cayado y una estelada a modo de chal o de taparrabos.
Lo que siete millones y medio de catalanes (frente a los 30.000 socios de la ANC) no entienden es que las instituciones permanezcan calladas ante la insolencia de un contubernio y permitan les dé consejos y les exija que hagan cosas ilegales. El señor Mas les hizo caso y ahora está sumido en la incertidumbre. El hombre, sin embargo, ha cumplido el sueño de su vida: salir elegido en unas elecciones con el 96% de los votos. Eso no ocurre ni en las mejores dictaduras.
Las asociaciones separatistas degradan el prestigio y la solvencia de las instituciones catalanas, Generalitat incluida. Las instituciones deberían rechazar explícitamente esas interferencias en salvaguarda de la dignidad de los catalanes.
M. Riera