
Es de obligado cumplimiento por mi parte no empezar mis disertaciones en La Revista, sin antes agradecer a sus responsables el permitirme ocupar parte de su espacio con mis artículos que deseo con fervor que cumplan mi objetivo: aportar desde la objetividad. Es difícil ver objetividad donde hay opinión, en los lectores que de antemano y a la primera frase que conlleva discrepancia puedan llegar a sugerir que quien escribe es para alguien o para un oscuro objetivo. Entonces es fácil que te puedan acusar de mentiroso. Acepto el reto. Mas, mucho agradecería que no se me juzgara hasta que hayan pasado unos cuantos “partidos” y analicen bien mis estrategias y tácticas. Luego podrán pedir mi “dimisión” con más conocimiento de causa.
Sin más dilación entro de lleno a dar sentido al titular del presente artículo. ¿Quién no ha oído hablar del barco de la ONG. “Médicos Sin Fronteras” llamado Aquarius?. Razonablemente pienso que quien más quien menos no sólo ha oído hablar de él, si no que seguramente ha participado de algún “debate” de bar o en el seno de la propia familia, en el trabajo o en cualquier lugar de reunión de amigos y conocidos. Es este fervor parlante levantado entre la gente de toda edad y condición uno de los motivos de mi perplejidad. Confieso que siempre me ha asombrado la gran capacidad que tiene cierta clase política en hacer de algo natural y con precedentes, un auténtico milagro de comportamiento humano. En el año 2.017 más de cinco mil personas inmigrantes fueron acogidas por España. País que tiene en su gente a uno de sus mayores patrimonios. Se da el caso que a pocas horas de desembarcar el famoso barco, llegaban en pateras unas mil personas en las costas andaluzas.
Un conocido actor español que se presentó en las últimas elecciones, para prestar su imagen, con Podemos ha llegado a declarar que “hacía tiempo no se sentía tan orgulloso de España”. Mi deducción más precoz fue que dicho actor no estaba enterado de los acontecimientos en nuestro país al respecto de la inmigración. Su repentino orgullo no se había podido alimentar, por ignorancia voluntaria, de que España no se estrenaba en labores humanitarias incontestables con el desembarco de un flotante perteneciente a una ONG. Y desconocía que mientras él alucinaba por tan “novedosa” decisión de un gobierno, mil inmigrantes eran acogidos por la Cruz Roja y la Guardia Civil en Andalucía. Mi perplejidad sigue su camino cuando, si alguien recuerda que esto que ocurre en aguas de Valencia tiene muchos precedentes, no en la forma, si en el fondo que al fin y al cabo es lo que interesa de verdad puede ser acusado de insensible y casi inhumano. Como si el querer denunciar que se utiliza de forma torticera un hecho humanitario politizándolo hasta extremos que puede uno llegar a pensar que la propaganda tiene una importancia excesiva y con fines oscuros (partidista) determinara que uno no está de acuerdo en acoger a 629 inmigrantes que huyen del hambre y el terror en sus países de origen (Libia principalmente). En mi caso no sólo aplaudo la decisión sino que además me produce bastante desazón cuando leo en redes sociales a compatriotas con un remarcado acento racista e insolidario muy cruel.
Mi denuncia al respecto llega también por lo que esto puede suponer para otros centenares, miles (repito: más de 5000 el año pasado fueron acogidos por las autoridades españolas.) de inmigrantes en situación idéntica a los 629 pasajeros del Aquarius. A estos otros desconocidos que también buscan pan y paz…pero que no son motivo de cámaras ni de teleobjetivos. Por supuesto que ellos lo desconocen y de conocerlo les daría absolutamente igual. Pero ¿y los Guardias Civiles que han y siguen haciéndolo, arriesgando sus vidas cuando rescatan pateras a la deriva en un mar envalentonado?. ¿Y a los miles de voluntarios que atienden casos idénticos en el sur de España?.
Mercadear con seres humanos es deleznable desde cualquier punto de vista. Las mafias mercadean con seres humanos, de todos es sabido y que por ello el drama humano no es para un país u otro en Europa. El drama humano debe interpelar a toda Europa por igual. Y exige intervención conjunta desde el origen, que no es otro que los países que expulsan a sus ciudadanos hacia una aventura que acaba en muerte en demasiados casos.
Pero mi perplejidad, insisto, es en la utilización que se ha hecho con el Aquarius de forma partidista para presentar un falso cambio de actitud en España. Con los socialistas ha llegado la sensibilidad humana, que parece ser, alguien (muchos), han llegado a creer a pies juntillas, olvidando los precedentes existentes en casos muy similares y más traumáticos….pero sin el resorte mediático que tanto miedo ha dado siempre a determinada clase política (acomplejada) y que tanto sabe utilizar otra clase política, que la utiliza sin escrúpulos aún cayendo en la más que ruin manipulación y tergiversación de la verdad para dirigir a la masa popular hacia el lugar que más les interesa. Es un doble mercadeo partidista: se mercadea con la utilización de un drama humano, y se mercadea con sus propios conciudadanos de cualquier lugar de España. Perplejidad.
Miquel Casals Planas