Uno de los mayores patrimonios culturales con los que cuenta El Maresme es el legado que dejaron algunos de los arquitectos más importantes del Modernismo, uno de los movimientos más definitorios de la arquitectura catalana.
La obra de Antoni Gaudí, máximo exponente del Modernismo Catalán, es reconocida y aplaudida en todo el mundo. La ciudad de Barcelona no se imagina sin la presencia de la Sagrada Familia, la Casa Batlló o el Parc Güell. Lo que puede que no sea tan conocido es que uno de los primeros trabajos del arquitecto de Reus se encuentra en Mataró.
En 1878, Gaudí recibió el encargo de diseñar la sede social de la Cooperativa Obrera Mataronense. El proyecto, aunque no se llegó a desarrollar en su totalidad, además de una fábrica y edificio de oficinas, incluía un barrio de casas para los trabajadores y un casino con jardín para su recreo. Esta obra es un ejemplo de cómo El Maresme se convirtió en el mejor escaparate del Modernismo catalán.
Desde mediados del siglo XIX, la industrialización de la comarca provocó la necesidad de la creación de nuevas construcciones y de la urbanización de los centros de población, lo que supuso la aparición de nuevos nombres y técnicas en la arquitectura e ingeniería del momento. A este proceso de industrialización hay que sumar la influencia de la alta burguesía barcelonesa, que elegía las costas del Maresme para construir sus palacetes y otras viviendas de segunda residencia.
El Modernismo dio forma a una nueva sociedad que se forjó a finales del siglo XIX. Así pues, entre las muestras de arquitectura modernista del Maresme encontramos no solo fábricas y residencias, sino también edificios como los casinos culturales, que representaban una de las novedades que caracterizaban a esa nueva sociedad: el ocio. En estos centros sociales se podía disfrutar de algunos de los juegos de casino que ahora se encuentran online y otros clásicos como el dominó, pero su función principal, más que el juego, era la de servir de punto de encuentro de las nuevas clases sociales que estaban surgiendo.
En total, entre unos tipos de edificios y otros, por la comarca del Maresme hay cerca de 300 muestras arquitectónicas del Modernismo catalán. Tradicionalmente, se menciona Mataró, Canet de Mar y Argentona como el “triángulo modernista” del Maresme, puesto que fue allí donde principalmente desarrollaron su trabajo algunos de los principales arquitectos del movimiento: Josep Puig i Cadafalch, Lluís Domènech i Montaner, y Antoni Gaudí. Sin embargo, hay otros arquitectos y otras poblaciones que ocupan un lugar importante.
Un ejemplo de ello son El Masnou o Alella, que cuentan con muestras muy particulares de este movimiento. En El Masnou encontramos la Escuela de Ocata o el Casino, mezcla de Modernismo y una corriente llamada Eclecticismo, que es obra Bonaventura Bassegoda i Amigó, otro de los arquitectos importantes del Modernismo. En Alella encontramos muestras de Puig i Cadafalch, y también de Jeroni Martorell. Además, la arquitectura alellense tiene la peculiaridad de estar marcada por la tradición vinícola de la zona; modernismo y viñedos se mezclan en una gran combinación que puede verse en la bodega Alella Vinícola.
Son varias las poblaciones del Maresme que cuentan con rutas programadas que nos llevan a conocer mejor sus edificios modernistas. Pero si hablamos de Modernismo en El Maresme, es inevitable resaltar la ruta Mataró-Argentona-Canet de Mar. La Casa Coll i Regàs en Mataró, el tranvía o la Casa Puig i Cadafalch en Argentona, o la Casa Museo Domènech i Montaner de Canet de Mar son una pequeña muestra de la oferta que contienen estas poblaciones y una visita obligatoria para los amantes de este movimiento arquitectónico.
En Mataró, la huella de Gaudí sigue estando representada principalmente por La Nau Gaudí, lo que queda de aquella Cooperativa Obrera Mataronense. Hoy en día acoge las obras de arte contemporáneo de La Colección Bassat, que a veces se convierte en una muestra itinerante.
En Canet de Mar, parte de su legado modernista se encuentra en el Castillo de Santa Florentina, que se ha convertido en una atracción internacional gracias a la serie Juego de Tronos. Pese a tratarse de una edificación del siglo XI, en 1910 sufrió una ampliación y reforma llevada a cabo bajo la batuta de Domènech i Montaner, quien tuvo su estudio y realizó algunos de sus experimentos en esta población del Maresme.