Antes que nada quisiera comentar un fenómeno muy corriente que por su habitualidad pasa desapercibido para casi todo el mundo, podríamos denominarlo el yin/yang informativo, como es de esperar no tiene nada de inocente ni espontáneo y las declaraciones de algunos políticos sirven de colaborador necesario (a veces sin saberlo siquiera), es algo muy bien orquestado y que se incardina en el plan de demonización de toda información que provenga de «Madrid» (o de «España» para los avezados en el neolenguaje nacionalista), esto es, cuando es imposible centrar el flujo informativo/deformativo en noticias esperpénticas ocurridas en el territorio nacional más allá del Ebro, cuando llega algún tipo de información que favorece de alguna forma a los intereses de los ciudadanos de Cataluña, inmediatamente después es «neutralizada» o bien por una noticia opuesta o por esa otra costumbre de editorializar la misma con una explicación que ha pasado por los órganos de propaganda de la Generalitat.
Pero vayamos a la cuestión central de lo que pretendo tratar en este artículo, parece que la izquierda de nuestro país bueno, parte importante de ella- sigue jugando con esa especie de equidistancia ingenua que pretende hacer creer que existe una responsabilidad igual ante el problema del secesionismo en Cataluña entre el Gobierno de la Nación y la Generalitat de Cataluña, como si colocar el discurso en el terreno de la candidez política dotase a la misma de una especie de superioridad moral de quien tiene el lujo de convertirse en mero observador, naturalmente detrás de este comportamiento no solo hay un enorme complejo de inferioridad antes un pasado que ya no existe, también hay una más que reprochable utilización electoralista de cuestiones que deberían estar más allá de la arena sociopolítica habitual, pero esto no lo afirmo por una especie de sobredosis patriótica, sino porque está en jeugo la salud de nuestra democracia y, por tanto, de nuestra propia libertad.
Ciertamente, este comportamiento sirve de excusa y legitima el victimismo de los próceres del nacionalismo, sirve de combustible para la justificación de actos y discursos que rozan la legalidad y cuya ética democrática es escasa o nula -la sola tergiversación de los conceptos democráticos ya vislumbran el auténtico espíritu instrumental del nacionalismo-, son piezas fundamentales con las que construir, entre otras cosas, el fenómeno yin/yang del que hablaba al principio, quizás esta estrategia equidistante pueda responder a una percepción atenuada del problema creado por el soberanismo en Cataluña, pero quien crea que el escenario rupturista planteado por Artur Mas y los suyos es un simple problema de «negociación» es que no ha entendido la auténtica naturaleza esencialista y dogmática del separatismo catalán.
Pondré dos ejemplos muy recientes de esta tendencia, el primero entra de lleno en la carrera electoral cara a las próximas Generales y tiene por protagonista a Pedro Sánchez cuando dice que Rajoy «…no ha sabido sentarse en una mesa para hablar del anhelo democrático del pueblo catalán…el mejor aliado de Mas es Rajoy en La Moncloa» y acusó al presidente de alimentar el independentismo de Mas «con su inmovilismo»», inmediatamente después de las declaraciones de Mariano Rajoy -y con el «favor» de Sánchez- TV3 emite las del President Mas, con esa perversa lógica cínica como su mejor instrumento de manipulación, diciendo «…el desafío soberanista se podría haber evitado si Rajoy no hubiera sido presidente de España…» y que, además, la culpa de lo que pasa es de Rajoy porque ya sabía lo de la lista única y no quiso «negociar».
Si nos damos cuenta, seguimos en la misma dinámica que durante el bipartidismo imperfecto que ha gobernado España durante los últimos decenios, los dos partidos nacionales anteponen su confrontación electoral a las políticas de Estado, ahora cuando estamos ante el mayor desafío democrático desde el 23F, el jefe de la oposición identifica un movimiento vertical, antidemocrático, que apuesta por saltarse la ley y el estado de Derecho con un «anhelo de democracia», ¿cree realmente el Sr. Sánchez que el problema del nacionalismo catalán es de falta de democracia?, ¿acaso no ve cómo en Cataluña la democracia, las instituciones públicas y privadas están siendo instrumentalizadas con el único objetivo de romper España y obligarnos a dejar de ser lo que somos?, ¿acaso no percibe que lo único que quiere negociar el Sr. Mas es el cómo pero no el qué?, ¿el socialismo no ha aprendido la dura lección con Zapatero cuando cuestionaba en sede parlamentaria el concepto de nación y así dar «vidilla» al nacionalismo pero que la única nación que cuestiona el nacionalismo es precisamente España?
El segundo ejemplo son las declaraciones de Miquel Iceta cuando, refiriéndose a otros dos grupos (PP y C´s), declaró que «…no estaría con quienes fuesen en contra de la identidad catalana…», naturalmente los socialistas catalanes también están en campaña, pero cabría esperar mayor altura de miras más allá de tratar de situarse (¿de nuevo?) en tierra de nadie recurriendo al lenguaje que nutre la doctrina nacionalista, porque ¿qué significa la identidad catalana?, ¿qué dice el libro de estilo del buen catalán (identitariamente hablando)?, ¿quién dice cómo ha de ser el comportamiento social e íntimo de un individuo para ser considerado identitariamente catalán y que ello presuponga que puede ser atacado por unas inexistentes fuerzas del mal?, ¿acaso la democracia no se basa precisamente en la pluralidad ideológica y política pero también en la diversidad de seres y estares?, ¿acaso la democracia no fue pensada precisamente para defender al individuo frente a las injerencias en sus sagrada esfera privada y en su libertad pública de los poderes públicos y privados?
¿Cuándo los políticos nacionales van a adoptar una amplitud de miras, una perspectiva temporal no mediatizada por el calendario electoral, una mirada como hombres y mujeres de Estado, para alcanzar acuerdos que cimienten una nueva España más democrática, más justa, más incluyente, diversa y europea, una España cuyo relato sea un marco de referencia ilusionante y modelo para todos los que vivimos en este país?.
José Rosiñol Lorenzo
Vicepresidente de Societat Civil Catalana