Veinticinco de diciembre
y de nuevo Navidad:
esa fiesta de las treguas
y de gran fraternidad
donde se quiere ser bueno,
un ratito nada más.
Encuentros inesperados;
comidas más que indigestas
y un montón de agasajos
para celebrar la fiesta:
unos con fe verdadera
y otros, tan sólo de paso.
Y entre tanto, medio mundo
vive inmerso en el llanto,
y la miseria y la muerte
és su sustento diario.
¡Malhaya el egoísmo
que permite ese agravio!
No quiero amargar la fiesta
con mi ripio emocionado;
son simplemente unos versos
para llenar este espacio;
pero, ojalá sea hoy,
cuando se haga el milagro.
Francisco Barbachano